La primera vez que le hablé a Humberto Lozán fue hace un mes y medio.
Era la víspera del 18 de septiembre.
Lo encontré saliendo del almacén de doña Emilia y Don Jaime, en la esquina de mi casa. Llevaba anteojos de piloto y una bolsa con pan y huevos.
Desde muy niño, sabía que ese caballero con cara y peinado de actor de cine gringo de los 50 que veía siempre en el barrio, había sido (era) una gran estrella de la música.
Con el tiempo, supe de la Orquesta Huambaly.
Supe de esos días (noches) mejores para la música de salón.
Para las grandes orquestas, que al estilo de esos combos a lo Tommy Dorsey, de esa bohemia con estética de Rat Pack, tocaban el cha cha cha y el bolero con sobriedad de gala, pero pulso de cubano.
Antes de la Nueva Ola. Antes de los Beatles. Antes del boom del rock latino, el reggaeton, RBD y Ricky Martin. Antes de todo eso, estuvo la Huambaly. Era la época de oro del baile, de los clubes sociales, de los trajes de sastre y la gomina Glostora.
Era el protofenómeno del pop.
Antes de todo, estaba la Huambaly.
Y al frente de ella, el hombre que inspiró el estilo vocal adormilado, íntimo y viril de Lucho Gatica: Humberto Lozán.
Era un domingo, cerca de las dos de la tarde. Me acerqué y le conté del disco tributo a Redolés. Me dijo que le caía bien. Que una vez lo había invitado a un show, pero que las once de la noche no era hora para un que viejo como él anduviera en la calle.
Yo lo escuchaba y tenía flashbacks de cinco o seis años atrás, cuando me tocó ir a cubrir un concierto de la Universal Orchestra, donde el cantaba "Quémame los ojos" con vibrato impeque, traje de etiqueta agamuzado y bufanda azul satinada al cuello.
Me preguntó cuál era mi idea para el track que estaba haciendo. Le expliqué que "El Espejo" era un bolero old-school que Redolés había compuesto pensando en su voz. Le dije que quería dar el próximo paso y mezclar electrónica con arreglos para cuerdas de verdad. Dejarlo entre Portishead y Frank Sinatra.
Me dijo que la grabación tendría que ser en octubre. Que tenía que hacerse una operación, pero que a mediados de mes estaría ok para trabajar.
Hace dos semanas, su hija me contó en el teléfono que don Humberto no estaría disponible en un buen tiempo. Que tenía que recuperarse bien.
Humberto Lozán murió en la madrugada de ayer.
El cáncer le ganó.
Yo le hablé por primera vez hace un mes y medio.
En la esquina de mi casa.
Bitácora de un Tributo a Redolés.
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